jueves, 17 de marzo de 2011

ALIMENTOS CONTRA EL DOLOR


Eco Merlo
Villa de Merlo

ALIMENTOS CONTRA EL DOLOR
por Dr. Neal Barnard M.D.

Biológicamente hablando, el dolor no es un hecho localizado. Es una sucesión de reacciones que comienzan en el punto donde se lo­caliza la lesión. Cuando alguien nos pisa un pie, cuando nuestras ar­ticulaciones se irritan, o cuando nos sacude una migraña el área da­ñada envía una señal al cerebro a través del sistema nervioso. Sólo sentimos dolor cuando nuestro cerebro recibe e interpreta la señal. Si el área dañada o los nervios se inflaman, el daño y el dolor pueden in­tensificarse.

Podemos atajar el dolor en cualquiera de las cuatro conexiones principales de la cadena: la lesil1n inicial, la respuesta inflamatoria, el mensaje que se envía a través de los nervios en forma de dolor e in­cluso la percepción cerebral del dolor. En los siguientes capítulos aplicaremos cada una de esas estrategias, dependiendo del tipo de dolor que se padezca.

USAR ALIMENTOS CONTRA LAS LESIONES y LA IRRITACIÓN

El dolor, por supuesto, es una parte esencial de nuestra vida. Si no somos capaces de sentir una quemadura cuando tocamos una es­tufa caliente o la picadura de una abeja cuando nos rodea un enjam­bre, esa falta de estímulos podría convertir una pequeña lesión en algo mucho más grave. El dolor es una señal de peligro que hace que actuemos con rapidez. Pero cuando el dolor no remite, necesitamos encontrar una manera de atajarlo.

Para acabar con muchos tipos de dolor, tratamos de detener la lesión local. Si, por ejemplo, nos doliera el pecho, nuestra prioridad no sería impedir que los nervios transmitan el mensaje de dolor o impe­dir que el cerebro lo reciba. Nuestro objetivo sería evitar un ataque al corazón o, al menos, limitar en lo posible los daños. A veces es nece­sario recurrir a un tratamiento de emergencia. En la actualidad, los médicos disponen de muchos medios tecnológicos para disolver las embolias y las placas aglomeradas. Tal y como veremos en el capítulo 2, los cambios en la alimentación y en el modo de vida pueden, a lar­go plazo, competir con los medicamentos o con la cirugía para res­taurar la circulación y prevenir daños al corazón.

De igual modo sucede con las migrañas, el dolor de articulacio­nes, los cálculos renales, los dolores en el aparato digestivo y los her­pes, entre otros tipos de dolor. En cada caso, los cambios en la dieta o los complementos pueden ayudar a protegernos del asalto a los te­jidos. Los investigadores también han demostrado cómo la dieta afecta al cáncer, con el ánimo de reducir el riesgo de que reaparezca el dolor. Los alimentos no sólo pueden ayudar a prevenir estas lesio­nes, sino que también pueden ayudar a conformar tu respuesta cor­poral. Cuando te duelen las articulaciones, por ejemplo, el dolor, la rigidez e incluso los propios daños en las articulaciones están provo­cados por una respuesta inflamatoria desmesurada. Como veremos en el capítulo 5, hay una serie de componentes naturales que contro­lan la inflamación llamados prostaglandinas y sus respectivas sustan­cias químicas, todas ellas compuestas por rastros de grasa que se han almacenado dentro de las células. Algunas grasas avivan las llamas de la inflamación, mientras que otras las alivian. Por eso está en tu mano inclinar la balanza hacia un lado o hacia otro cada vez que eches co­mida en tu plato.

De igual modo, los traumatismos no son la causa de las migra­ñas ni tampoco los calambres menstruales. Por contra, los elemen­tos químicos de tu cuerpo que controlan la inflamación y el dolor necesitan equilibrarse. Como ya veremos, las hormonas sexuales tienen un importante papel en estos estados y posiblemente tam­bién en algunos tipos de artritis. Los alimentos ejercen una gran in­fluencia en la concentración de esas hormonas en la sangre y en su efectividad.

El objetivo en cada una de esas situaciones no es procurar que no afecte a la capacidad del cerebro para sentir dolor, sino en detener los efectos del propio daño.

Los ALIMENTOS y LA FUNCIÓN NERVIOSA

Independientemente de la irritación o de los daños que puedan presentarse en cualquier parte de nuestro cuerpo, no experimenta­mos ninguna sensación hasta que el mensaje de dolor llega al cerebro. El dolor se transmite a través de unas finas fibras nerviosas que con­ducen a la médula espinal, donde se conectan con otras células ner­viosas que llegan directamente al cerebro.

Algunos métodos para reducir el dolor se centran en los propios nervios. Un ejemplo de esto se observa en la diabetes. A veces estas personas que han padecido la enfermedad durante varios años sien­ten dolores en las piernas y en los pies. Esto se debe tanto a una reac­ción tóxica en los nervios producido por el aumento del azúcar en la sangre o a una mala circulación sanguínea en los finos vasos que nu­tren a los nervios.

En la mayoría de los pacientes, estos problemas nerviosos y la de­ficiente circulación empeoran con el tiempo. Sin embargo, recientes estudios demuestran que una combinación de ejercicio y alimenta­ción disminuye el azúcar en la sangre, mejora la circulación y, en mu­chos casos, alivia el dolor de forma rápida y decisiva.

De igual modo, se han tratado con éxito los síntomas nerviosos del síndrome del túnel carpiano con la vitamina B6, que probable­mente actúa tanto en el sistema nervioso como en el cerebro.
Las guindillas contienen una importante sustancia llamada cap­saicina, que es lo que le da su sabor característico. Pero lo que resul­ta verdaderamente importante es que, en una dosis adecuada, blo­quean la capacidad nerviosa de transmitir el dolor. Específicamente, reduce el efecto de una sustancia química llamada P, que es el men­sajero químico que permite transmitir el mensaje de dolor desde un nervio a otro. La capsaicina es el ingrediente activo que alivia el do­lor y se usa para la artritis, los herpes y en posmastectomía.

Por cierto, aunque los nervios que transmiten el dolor son muy fi­nos y más bien lentos a la hora de transmitir mensajes (son las carre­teras comarcales del sistema nervioso), los mensajes sensoriales de tacto y presión viajan en grandes nervios que transmiten los mensajes de manera mucho más rápida. Por esa razón, sabemos que nos hemos golpeado el dedo del pie o la rodilla una fracción de segundo antes de sentir dolor.

REFORZAR LA RESISTENCIA AL DOLOR

Nuestro cuerpo genera una serie de analgésicos naturales llama­dos encefalinas (que literalmente significa «en la cabeza») y endorfinas (como en «morfina endógena»). La encefalina se forman en las glán­dulas suprarrenales, unas pequeñas glándulas que se encuentran en la parte superior de los riñones. Las endorfinas se forman en la glándu­la pituitaria, en la base del cerebro. Ambas actúan, en efecto, como la morfina. Su principal radio de acción es el interior del cerebro y los propios nervios y también se trasladan a través del riego sanguíneo. Las alucinaciones que a veces se cuentan después de haber vivido una experiencia cercana a la muerte se han atribuido a las endorfinas y en­cefalinas que se liberan después de sufrir un trauma o un shock.

Para manipular esos analgésicos naturales acudimos al ejercicio físico. Tal y como veremos en el capítulo 16, los investigadores han demostrado la tolerancia al dolor en los atletas.

Una carrera de diez kilómetros estimula la liberación de endorfi­nas, lo que equivale aproximadamente a lO miligramos de morfina, siendo incluso posible aprovechar las endorfinas mucho antes de re­correr esa distancia.

El aminoácido triptófano se ha usado para reducir el dolor. Este aminoácido produce en el cerebro la serotonina, una sustancia quí­mica cerebral que influye en la intolerancia al dolor, en estados de ánimo y en el sueño. El triptófano se hizo muy popular en Estados Unidos hasta que apareció en algunos lotes un contaminante artificial y fue retirado del mercado. Sin embargo, los alimentos con un alto contenido en hidratos de carbono incrementan la concentración de triptófano en la sangre de forma segura y fiable, e igual sucede en el cerebro. Para algunas personas, los alimentos ricos en hidratos de carbono tienen un moderado efecto antidepresivo. También pueden inducir al sueño ya veces reducen el dolor.

Los analgésicos, el calor y los masajes se han usado durante mucho tiempo y resultan muy útiles para multitud de aplicaciones. La acupuntura, utilizada desde tiempos remotos en Asia, se ha sacudido el escepticismo inicial con el que fue recibida por la medicina occi­dental y ha demostrado su eficacia. La quiropráctica tuvo que soste­ner una dura batalla, pero de igual modo se ha establecido y repre­senta un papel importante en ciertos aspectos del tratamiento contra el dolor.

Los alimentos y la elección responsable de los complementos también nos aportan un nuevo método para detener las lesiones lo­cales de los tejidos, reducir los impulsos del dolor dentro de los ner­vios e incluso limitar la percepción cerebral del dolor. El recordatorio de este libro detalla la aplicación de esos principios en cada tipo es­pecífico de dolor.


Fragmento del libro “Alimentos que combaten el dolor”.
Autor: Dr. Neal Barnard M.D., fundador y presidente del PCRM (Physicians Committee for Responsible Medicine EUA). Editorial Paidós

Fuente revista Eco Merlo

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